martes, 9 de marzo de 2010

The Hurt Locker

La cotidianidad de un pequeño grupo de soldados élite, dedicados a la desactivación de minas en la invasión estadounidense a Irak, toma un giro hacia la constante paranoia de que cualquier persona es potencialmente un enemigo en una tierra en la que ellos son los invasores, la realidad de que en efecto muchos sí son enemigos, aunque por supuesto la película no indague en sus motivos ni en su sociedad como sí lo hace en los de los soldados. Así, veremos que el encargado de desactivar directamente los artefactos explosivos, el sargento William James (Jeremy Renner) es un tipo que hace su oficio con un frenesí semejante al que provoca un deporte extremo, sabedor de que cualquier error sería el único antes de la muerte, con lo que provoca constantes sobresaltos entre los cada vez más tensos soldados de su unidad.

La película, cuyo presupuesto apenas rebasó los 11 millones de dólares, y que según Mark Boal (cuyo libro de ficción inspiró la película) buscaba mostrar el crudo día a día de los soldados, lo que de otra forma sería difícil de apreciar en televisión, se queda, en efecto, en una visión “humana” de los soldados, en el deseo de regresar que invade a algunos de ellos en su constante incomodidad al estar en una tierra ajena, pero nunca emana un verdadero cuestionamiento con respecto a la perspectiva iraquí: todos son enemigos potenciales y el único puente con ellos será la típica amistad de un soldado americano con un niño, escena conocida hasta la saciedad como un símbolo de la esperanza.

Así, con la independiente The Hurt Locker (que nueva e inexplicablemente han trasladado al español con nombres como Zona de miedo, en Latinoamérica; y En tierra hostil, en España) el cine bélico regresa a los alicaídos premios de la academia en su edición 2010, llevándose nada menos que seis Oscar, entre ellos a la mejor película, y a mejor director para Kathryn Bigelow, dejando fuera a contendientes como Avatar (que en realidad todos sabíamos que sólo podría obtener premios a efectos visuales y de sonido); a Un hombre serio, la extrañísima y luminosa película de los hermanos Coen; o a Bastardos sin gloria, obra menor del aclamado Quentin Tarantino.