jueves, 5 de mayo de 2011

Somos lo que hay (2010), de Jorge Michel Grau


Cuando el padre de una familia aparentemente normal muere en circunstancias extrañas en un centro comercial, todo parece indicar que una vida llena de penurias y oscuridad sobrevendrá para su esposa y sus tres hijos, quienes tendrán que sobrevivir vendiendo relojes baratos en un mercado sobre ruedas de la ciudad de México. Poco a poco veremos que nos es eso lo que más les preocupa, ya que por falta de pago para un espacio en el mercado no tardarán en ser expulsados los hijos, sino que empezarán a temblar ante la posibilidad de quedarse sin un líder y sobre todo, sin la "materia prima" indispensable para llevar a cabo un extraño rito que parecen practicar con cotidiana frecuencia.

Mientras tanto, en el Servicio Médico Forense (SEMEFO), el cirujano encargado de las autopsias hace un tétrico hallazgo en las entrañas del padre muerto: un dedo de mujer casi completo, algo que podría ser la punta del iceberg de un caso que podría dar fama y fortuna al policía encargado de investigarlo. Sin embargo, la mediocre ambición de los policías es una barrera casi infranqueable, con lo que el caso podría permanecer en el misterio por tiempo indefinido, a no ser porque nuevos crímenes son cometidos, con lo que se poco a poco se descubrirá que el rito practicado por la familia consiste en un sanguinario canibalismo.

Somos lo que hay (2010), primera película de Jorge Michel Grau, coloca una trampa de inicio: parece que tendremos que ser testigos, una vez más, de un dramón telenovelesco, típico de una ciudad conformada por millones de habitantes como la ciudad de México, en donde la pobreza (con todo lo que ello implica) no puede llevar sino a sórdidos crímenes, muertes convertidas en simples cifras, disoluciones familiares llenas de los infaltables gritos y lloriqueos, y por supuesto, un mundo hundido en la más absoluta desesperanza; sin embargo, la sorpresa, ese ingrediente que muchos buscan con loco afán y casi nadie encuentra, aparece aquí bajo el ropaje de la propia trama, ya que los acontecimientos se irán enrareciendo, ramificando a través de paisajes llenos de, efectivamente, sórdidos crímenes, pobreza, “desviaciones sociales” de todo tipo, pero todo pasado por el cedazo de un humor crudo y en ocasiones espeluznante, para dar forma a una pieza que por lo menos resultará difícil de olvidar.