martes, 1 de febrero de 2011

Tuvalu (1999), de Veit Helmer


Dentro de un paisaje decadente, sobresale el antiguo y ruinoso edificio de un balneario que aún es dirigido por un hombre ciego con pretensiones de dignidad. Su hijo Anton (Denis Lavant), que nunca ha salido del viejo edificio, ayudado por la expendedora de boletos, le hace creer que el ruinoso balneario aún goza de esplendor y popularidad mediante una serie de grabaciones de niños jugando en el agua y otros imaginativos artificios. De hecho, los únicos visitantes al balneario son unos cuantos vagabundos, una anciana que anda en muletas, un tipo gordo junto con su hija… y Eva (Chulpan Khamatova), que acude con su padre y deslumbra al ingenuo Anton con su hermosura.

Cuando Eva y su padre se quedan sin hogar, se van a vivir al balneario para regocijo de Anton. Sin embargo, Gregor, hermano de Anton y amante de la tecnología y el dinero, en su afán de demoler el balneario deja caer un pedazo de techo que golpea al padre de Eva en la cabeza, quien muere poco tiempo después. Eva culpa a Anton de lo ocurrido y se refugia en los brazos de Gregor. Ahora sólo es cosa de tiempo, y de una minuciosa revisión de las insuficiencias del balneario por parte de las autoridades, para que Gregor arrase con el viejo edificio de su padre y comience la construcción de una ciudad futurista. Sin embargo, un poco por piedad, el inspector decide posponer el veredicto definitivo de la situación del balneario, con lo que Anton, ayudado por los vagabundos y sus consabidos artificios, preparan una suerte de representación, con lo que harán ver mejor el edificio de lo que realmente está.

Mientras tanto, Eva sueña con irse a la paradisíaca isla de Tuvalu, situada en el océano Pacífico, entre Hawai y Australia. Mas para ello debe arreglar el pequeño barco que ha heredado de su padre, y al cual sólo le hace falta una pequeña pieza cuya marca ya está extinta en el mercado. Sin embargo, Gregor le hace saber que dicha pieza aún puede ser encontrada en lo único que tiene de excelente el balneario: su maquinaria. Así, aprovechándose del amor de Anton, Eva roba la pieza y está pronta para la partida, pero entonces Anton decide salir por vez primera del edificio y la recupera para beneplácito de su padre.

Cuando llega el día de la inspección, llega también una serie de equívocos, porque Gregor engaña a un policía y le roba su identidad para asegurarse de que esta vez sea clausurado el balneario. Sin embargo, el policía, despojado de sus ropas engaña a su vez al inspector y le roba también sus ropas y su identidad, con lo que el balneario queda certificado a pesar de las intenciones de Gregor. Éste, no obstante, invadido por la furia decide terminar con la farsa y pone a su padre al tanto de las grabaciones con las que Anton le hacía creer en el esplendor del balneario. El padre muere después de un vesánico ataque de risa y ahora sí, presa de la locura, Gregor comienza la destrucción del edificio. Pero Anton ha sido perdonado por Eva cuando ella vio las artimañas de Gregor y juntos consiguen escapar hacia Tuvalu, ayudados por la maquinaria del balneario, que colocan en el pequeño barquito antes de hacerse a la mar…

Tuvalu (1999) es el primer largometraje del alemán Veit Helmer y es una pieza de singular belleza, filmada totalmente en blanco y negro, y posteriormente coloreada en ocres (cuando se trata de escenas interiores), y azules (cuando se trata de exteriores). Carece casi por completo de diálogos, con lo que el resultado es asombroso por la tremenda imaginación con la que se narra la historia: hiperbolizando los gestos y las expresiones, o sólo con sonidos, gruñidos y suspiros que dan a entender perfectamente la situación. Una verdadera rareza con la que Helmer hace un homenaje a los brumosos inicios del cine como arte.