lunes, 7 de febrero de 2011

El discurso del rey (The King's Speech, 2010), de Tom Hooper


Durante el periodo entreguerras del siglo XX, el trono de Inglaterra parece amenazado una vez que el rey George V (Michael Gambon) está en la antesala de la muerte. El heredero en línea natural, el príncipe David (Guy Pearce), es un tipo más bien licencioso, envuelto en una sospechosa relación con Wallis Simpson, una mujer norteamericana que acumula dos divorcios a sus espaldas, lo cual no es muy bien visto por los dirigentes del reino ni por los miembros de la iglesia, ya que el rey es el representante de ambos. Sin embargo, quien podría sucederlo, Albert, duque de York (Colin Firth), pese a tener las suficientes agallas para llevar los destinos de un país, cuenta con el defecto de ser tartamudo, lo que, a ojos de los demás, lo incapacita para tener la confianza de su pueblo.

Así, gracias a las argucias de su esposa, la futura reina Elizabeth II (Helena Bonham Carter), Albert acude con un extraño terapeuta (Geoffrey Rush) que le ayudará a encontrar una voz y una seguridad en sí mismo, para hablar a los ciudadanos justo a tiempo para afrontar los días difíciles que Hitler regalará a manos llenas a Europa. Sin embargo, los métodos poco solemnes de Lionel Logue, quien se atreve a llamar ‘Bertie’ al duque, socavando con ello el respeto debido a “su majestad”, encontrarán la inicial resistencia no sólo de Albert (mucho por el sobrevuelo psicológico que hará de su niñez, algo no tan grato para ‘Bertie’, y además por esa y otras confianzas que se permite con el aristócrata, tradicionalmente mal vistas en un plebeyo), sino de la corte, que verá más bien a un oportunista sin credenciales profesionales que a un doctor reconocido. Poco a poco los avances de ‘Bertie’ harán que confíe en Lionel hasta el momento en que su hermano, el rey Eduardo VIII abdica del trono para poder casarse con Wallis y vivir una vida sin las responsabilidades tan grandes que debería afrontar como rey. Entonces ‘Bertie’ debe asumir su rol como George VI y alcanzar el momento supremo en que debe hablar al pueblo de su inexorable entrada a la Segunda Guerra Mundial, y pedirles elocuentemente, a través de la radio, su disposición al sacrificio y a la victoria sobre el fascismo.

Si bien es innegable, y acaso loable, la intención de llevar a la pantalla un “intenso drama humano”, aunque mucho se habla también de las inexactitudes históricas que se permitió el director Tom Hooper, El discurso del rey (The King’s Speech, 2010), resulta más bien una película sosa y cansina para alguien poco informado, y por supuesto, interesado, en la vida aristocrática de Inglaterra. No hay sorpresas, altibajos emocionales, o por lo menos, ya que a ello se supone que se enfocaron, intensidades psicológicas, y aunque es claro que busca mostrar la gran voluntad de perseverancia de George VI para vencer sus traumas infantiles, puede dejar al espectador con una resaca de hastío y la sensación de que nunca más recuperará el par de horas invertidas en una película bastante menor.