martes, 7 de diciembre de 2010

El escritor fantasma (The Ghost Writer), de Roman Polanski



Una reconocida editorial inglesa ha pagado 10 millones de dólares por publicar en exclusiva las memorias del ex primer ministro británico Adam Lang (Pierce Brosnan). Sin embargo, el manuscrito es un bodrio apenas legible, con lo que deciden contratar a un exitoso escritor fantasma (Ewan McGregor) para que arregle el texto y lo vuelva un best seller. Y de hecho parece una oportunidad única para el fantasma, porque le pagarán la friolera de 250 mil dólares si lo tiene listo en cuatro semanas. Sin embargo, el proyecto parece tener serias dificultades de tintes políticos, entre ellas la muerte del anterior asistente de Lang en circunstancias misteriosas y un asalto al propio fantasma en el que lo golpean y le roban un texto.

Pero el agente del fantasma está empecinado en ver un proyecto jugoso en el que todos saldrán ganado y así lo convence de que acepte el trabajo. De esa forma tendrá que volar hacia los E.U. a una enorme mansión ubicada cerca de la costa este, justo cuando se desata una tormenta política que afecta directamente al propio Lang, ya que se le acusa de entregar ciudadanos ingleses a la CIA para ser interrogados mediante tortura, algo considerado crimen de guerra. Así, la polémica atrae un enjambre de manifestantes y periodistas que sitian el perímetro de la mansión y, en medio de la crisis, el fantasma comienza a encontrar pistas que dejara su predecesor acerca de un oscuro secreto de Lang y que podrían explicar el “accidente” en el que perdiera la vida. Sin embargo, la verdad del asunto se desdoblará de la manera más inesperada, y el propio escritor fantasma tendrá que pagar las consecuencias de su descubrimiento.

Con El escritor fantasma (The Ghost Writer, 2010), basada en la novela homónima de Robert Harris, Roman Polanski pone en funcionamiento una serie de alusiones al criticadísimo ex primer ministro Tony Blair y otros personajes de la política tanto británica como estadounidense, y aunque la atmósfera de falsedad y traición se incrusta en diversos niveles, al grado de que resulta una maraña compleja en la que no es posible confiarse de nadie, el escritor fantasma sabrá que hay ciertas cosas que más valdría dejar en la oscuridad del anonimato que sacarlas a la luz creyendo obtener con ello un minúsculo triunfo ante la maquinaria del poder, la cual tarde o temprano se cobrará la osadía mediante sus añejas armas de represión silenciosa y violenta.