jueves, 28 de octubre de 2010

Hunger (Hambre), dirigida por Steve McQueen

El responsable de esta película es el artista visual Steve McQueen, quien además debuta con ella como director. Y vaya forma de debutar, entregando al séptimo arte una de esas piezas que resultará difícil de olvidar para los amantes del cine por su magistral manufactura. En Hunger (2008) la imagen está potenciada de tal forma que, durante dos terceras partes de la cinta, casi logra prescindir de los diálogos, a través de una intensa y soberbia narrativa visual.

La historia de la huelga de hambre que emprendieron los presos políticos de la Maze Prision en 1981, se muestra con una crudeza desgarradora, primero desde la perspectiva de un policía que mete las manos en agua fría para aliviar un poco el despellejamiento de los nudillos, imagen que sin mostrar más que eso, nos dice mucho de los correctivos empleados en prisión. El guardia debe revisar siempre debajo de su auto antes de encenderlo, no vaya a ser que una bomba como las que acostumbran los miembros más extremistas del IRA (Irish Republican Army) logre mandarlo al otro mundo. Dentro de la prisión, los reclusos se niegan a vestir los uniformes de los criminales comunes, y entonces deben andar desnudos, apenas con una cobija mugrosa sobre sus hombros. Y como poderosas formas de protesta, embarran su propia mierda en las cuatro paredes de la celda, haciéndo caprichosas formas con ella, y también vacían los bacines con miados en el pasillo de la prisión. Inmundicia simbólica que los guardas sólo pueden repeler mediante la violencia brutal y las humillaciones. El realismo de las tomas genera nudos en las gargantas de los espectadores, mientras en algunos momentos la voz de Margaret Thatcher anuncia que los “terroristas” no triunfarán en su inhumana cruzada contra el bienestar social.

Es así que algunos miembros del IRA, encabezados por Bobby Sands (Michael Fassbender), deciden emprender una huelga de hambre total, no como aquella que fracasara meses antes, en 1980, dejando una sensación de derrota en el ambiente. Ahí entra la segunda parte de la película, una toma sin cortes y sin movimiento de más de 20 minutos, en la que el protagonista es una charla de profundos tintes morales entre Bobby y un extraño y malhablado sacerdote católico. Allí discutirán acerca de la motivación y consecuencias de la próxima huelga de hambre que varios miembros están dispuestos a emprender, a sabiendas de que varios de ellos morirán.

Un largo puente que dará lugar a la tercera parte: el lento y silencioso discurrir de Bobby hacia su propia muerte de hambre, las ensoñaciones, las llagas, el dolor, la cama llena de líquidos malsanos, el doctor de la prisión que está tentado de mostrar alguna piedad, los alimentos que llevan a Bobby cada tanto y que deben ser retirados sin que hayan sido tocados, las ensoñaciones que continúan, cada vez más bucólicas, hasta el momento, 66 días después de comenzada la huelga de hambre, en que Bobby Sands se convertirá en un mártir de su causa y en una leyenda para muchos.