lunes, 30 de agosto de 2010

Fuego (The Burning Plain)


Entre Santiago (J. D. Pardo) y Mariana (Jennifer Lawrence) existe un vínculo difícil de describir: el padre de él y la madre de ella fueron amantes hasta su trágica muerte, calcinados en un remolque en medio del desierto. Él es un hijo de migrantes mexicanos que adoraba a su padre, ella una típica adolescente del sur de Estados Unidos (muy cerca de la frontera con México) que sospecha que su madre le es infiel a su padre, con lo que decide tomar cartas en el asunto. De esa forma sigue a Gina (Kim Basinger), su madre, al remolque en el que se suele encontrar con Nick (Joaquim de Almeida), el padre de Santiago, y hace lo que cree que es correcto para regresarla a la senda del bien. Sin embargo, se excede en sus métodos y ocasiona la muerte de los amantes, en esos momentos enredados en un intenso coito, mediante una involuntaria explosión de gas.

Luego de la trágica muerte de Gina y Nick, Mariana y Santiago se conocen y, estimulados por una extraña necesidad de reconstruir el misterio de sus padres, deciden hacerse amigos. Pronto se entrelazarán en un pacto de fuego y, poco a poco, se enamorarán, se harán amantes. Y de esa relación un tanto prohibida nacerá María (Tessa Ia), a quien Mariana abandonará a los pocos días de nacida.

Años después, Santiago tiene un percance aéreo, con lo que le pide a su hermano que, junto con María, busquen a Mariana para que pueda reencontrarse con su hija. Sin embargo, Mariana ahora vive en Oregon, se llama Sylvia (Charlize Theron) y tiene una vida licenciosa en la que sólo obtiene placeres fugaces y mucho vacío. Y así, el reencuentro con su hija será el viraje que quizá su vida ha necesitado en todos esos años, una oportunidad, quizá la última, para redimirse de su pasado.

The Burning Plain (traducida como Fuego, Camino a la redención, Lejos de la tierra quemada, o incluso Corazones ardientes, dependiendo del país) es el debut como director de Guillermo Arriaga, conocido guionista mexicano que, en mancuerna con el director Alejandro González Iñárritu, ha llevado a la pantalla grande las conocidas piezas Amores perros, 21 gramos y Babel. Y en este alicaído debut como director, continúa con esa forma fragmentaria, tan característica en todos sus trabajos (tanto que ya parece una fórmula bastante sobada), en la que tres historias se entrelazan a partir de pequeños fragmentos pertenecientes al pasado o al futuro, con los cuales se va construyendo una película, cuyas altas dosis de drama y dolor resultan casi insoportables, de tal suerte que permanece la sensación de haber estado muy cerca de desbarrancarse en un viscoso dramón telenovelesco, aun pese al decente trabajo del elenco actoral.