martes, 1 de septiembre de 2009

Nueva York a escena (Synecdoche, New York)

A la par del montaje de su última obra de teatro, Caden Cotard (Philip Seymour Hoffman) cree darse cuenta de que cada vez está más cerca de la muerte. El cuerpo le juega malas pasadas, muchas veces causadas por sí mismo de un modo psicosomático: imagina tener ciertas enfermedades de las cuales no duda en quejarse con Adele (Catherine keener) y Olive (Sadie Goldstein), su esposa y su hija respectivamente. Poco después del estreno de la obra, ellas lo abandonan y se van a vivir a Berlín, en donde florece la carrera artística de Adele como pintora de miniaturas. Caden no volverá a tener noticias de ellas y nacerá una obsesión a partir de su ausencia.

Sin embargo, por esos días le llega a noticia de que le ha sido otorgada la beca MacArthur, con la que se decide a emprender una obra ambiciosa, llena de salvaje realismo y honestidad, una verdadera locura en la que se propone retratar a su entorno y a sí mismo, lo más fielmente posible. Consigue un gigantesco almacén abandonado, y allí se comienza la construcción de una sinécdoque de la ciudad, es decir, un gigantesco escenario de una zona de Nueva York, mediante el cual intentará hablar de un todo que directa e indirectamente ha influido en su propia existencia. Dicha obra de teatro le llevará más de veinte años y aún así permanecerá inconclusa.

De esta manera comienza un alucinante juego con la realidad muy al estilo de Borges o Boris Vian, porque la representación crecerá al grado de que el propio Caden será representado por otro actor, quien le mostrará, en un extraño juego de espejos, todas las miserias de las que está compuesta su vida. Desde la sombra burlona de Adele, hasta la decadencia de la vida de su hija, como su propio sobrevivir refugiado primero en Claire (Michelle Williams), con quien se casa, y con Hazel (Samantha Morton) al final, con quien encuentra el amor demasiado tarde.

Synecdoche, New York (traducida en México como Nueva York a escena) es el debut como director de Charlie Kaufman, escritor de guiones como Eterno resplandor de una mente sin recuerdos o Being John Malkovich, y es un experimento extraño en los laboratorios de Hollywood, porque raras veces se ha visto que se arriesguen a hacer una película con semejante barroquismo visual. Y aunque en la recta final el juego de espejos de Caden se alarga de forma cansina y ya en un tono totalmente dramático, es significativo que en la historia haya sido absorbido por su propia obra hasta representar él mismo a otro personaje, a cuya sombra finalmente morirá.