martes, 3 de febrero de 2009

Los amantes del Círculo Polar


Ana (Najwa Nimri) y Otto (Fele Martínez) se conocen desde la infancia bajo los signos de un inequívoco destino. O de un azar lleno de casualidades, como quiera verse. Para empezar, los nombres de ambos son palíndromos, cosa que, aunque no tiene mayor trascendencia, dotará a la película de un indescifrable misterio. Alvaro, será el nombre del padre de Otto, quien involuntariamente unirá a los dos protagonistas cuando decide vivir con la madre de Ana, pero también será el nombre del último padrastro de Ana, con quien su madre se muda después de abandonar al padre de Otto. El abuelo de Otto conoce a un soldado Alemán (llamado Otto) que se queda atorado con su paracaídas en un árbol cuando su escuadrón hacía estragos en tierras españolas y ambos terminan haciéndose amigos. Ana conocerá a ese mismo alemán cuando decide viajar a la zona del Círculo Polar en tierras finlandesas. En fin, una serie de casualidades un tanto circulares que permean por toda la historia.

La película está dividida en tres partes: la infancia de Ana (Sara Valiente) y Otto (Peru Médem), su adolescencia y el principio de la madurez de ambos. En la primera, los niños se conocen de una manera fortuita, en algo que de pronto parece un persecución salida de la nada. Otto va por la pelota que ha salido de los muros de la escuela y Ana huye de su madre, y acaso de la vida, cuando se entera de la muerte de su padre. Después de conocer a Ana, Otto escribe una frase en diversos papeles que después lanza en forma de avioncitos por una ventana. Esa frase servirá para el primer encuentro entre los padres de ambos, que más tarde unirán sus vidas.

En la segunda parte, Ana (Kristel Díaz) y Otto (Víctor Hugo Oliviera) se encuentran en plena adolescencia, con los impulsos carnales a flor de piel. Otto, que vivía con su madre, decide irse a vivir con su padre y la madre de Ana, sólo para estar cerca de ella. Es allí cuando finalmente consuman el amor físico en una de las escenas mejor logradas de todo el film, aunque a ojos de sus padres parecen ser simplemente dos hermanastros sumidos en la indiferencia el uno por el otro.

En la tercera parte, son amantes de tiempo completo, aunque aún saben guardar las apariencias ante sus padres que nunca sospechan nada. Sin embargo, la inesperada muerte de la madre de Otto desencadena la huida desesperada de éste y su separación de Ana. Él se hace piloto y ella maestra en la misma escuela en la que ambos se conocieron. El tiempo sigue pasando y Otto se hace amante de diversas mujeres, mientras que Ana se va a vivir con un hombre que le dobla la edad. Sin embargo, ambos están subconscientemente a la búsqueda del otro, hasta que Ana decide pasar unas vacaciones dentro del Círculo Polar Ártico, allí donde en verano no existe la noche. Otto, al ser piloto del servicio postal, suele llevar paquetes a esa zona y pronto ambos se dan cuenta de que allí se podría dar el anhelado reencuentro. Con los impulsos que lo caracterizan, Otto decide lanzarse en paracaídas sin importarle el previsible choque de su avión, todo para caer de una manera original en la zona en que cree que está viviendo Ana, y termina atorándose en un árbol, tal como sucediera con el piloto alemán. Ana, que vive en una cabaña en medio del bosque, se cansa de esperar la llegada de Otto y decide ir a la ciudad para tener noticias de su arribo. En un periódico se entera del choque del avión, y presa del estupor por creerlo muerto, cruza una calle sin fijarse y es atropellada, todo ante la vista de Otto, que iba unos cuantos segundos detrás de ella.

Cabe mencionar que en la narrativa de Los amantes del Círculo Polar se muestra la visión subjetiva de los personajes, quienes cuentan a su propia manera lo que van viviendo. De tal forma que un mismo suceso tiene minúsculas, aunque significativas variantes, dependiendo si lo narra Ana u Otto. Otro gran acierto en la película de Julio Médem es el equilibrio logrado entre la alegría y la tristeza, lo cual la aleja de los patetismos baratos y la acerca más a una esencia humana, en la que nadie está a salvo de su propio destino.